Las chicas: La invasión a mi territorio.

El lugar donde trabajo es poco común y bastante suis generis. Tengo un jefe que es controversial y que me hace pasar las situaciones más extraordinarias. Sin embargo, lo más genial de mi chamba es que soy la única mujer en medio de un mundo de hombres. Como todos sabemos eso tiene ventajas maravillosas. Siempre soy consentida por mis “pinches chicos.com”. Además, normalmente soy el centro de atención. Están pendientes de cada cosa que me sucede, tanto de trabajo, como si llegué triste, enojada o feliz. Escuchan los rollos de mi vida, y sé que cada mañana cuento con que ellos estarán ahí.
Es fantástico ser la única mujer en medio de la testosterona.
Pero hace unos días mi mundo se vio invadido por un grupo de mujeres. Y no cualquier grupo, si no unas modelos. Pienso que lo más complicado de todo el asunto, es que con sólo decir la palabra “modelos” generas inmediatos suspiros y fantasías de lo más pornochas en los hombres. Excuso decir, que además de los hombres de “casa”, tenía a 3 electricistas metidos aquí (por aquello de las remodelaciones que se le están haciendo a la oficina). El punto era que todos esperaban con ansias a las modelos. Mi jefe me llamaba desde la comida en la que estaba para pedirme que en cuanto las señoritas llegaran le avisara y no sólo eso, sino que las entretuviera el tiempo suficiente para que él pudiera refrescarse y lucir guapo.
La situación no me gustaba en lo más mínimo. Finalmente las estrellas llegaron. Los hombres se pegaban a las ventanas cuales garfields de coche. Eran unas 4. La verdad es que había 2 bastante guapas pero las otras en realidad sólo tenían el titulo nobiliario de modelos porque estaban bastante comunes y corrientes. Eran el prototipo de viejas. Con cara de bobas, con risas igual de bobas, y pretendiendo que el mundo entero tenía que caravanearlas. A mi me dio el ataque. Me dedique a ignorarlas y a contestar sus preguntas con la mayor frialdad que pude. Además, no me necesitaban ya que tenían a mis chicos y los chicos colados mariposeándolas. Entre tantas cosas, además no encontraban su talla (claro que no, mi ropa es para mujeres normales no para anoréxicas) Unas mentían acerca de su talla: “Yo soy como talla 6”. ¡Talla 6¡ Por favor, yo soy talla 6 y esa vieja tenía un cabús bastante más grande que el mío.
Me descubrí francamente amenazada. Mis 32 años y dos hijos después, me impiden sentir que puedo competir. Yo me decía que eso no importaba, que yo soy yo, que soy inteligente, fuerte, independiente, agradable, y wowwwwwww que decir de mi gran personalidad. Pues todo eso vale pa pura madre cuando te enfrentas al mundo de la moda.
Cuando llegamos al final del día, mis chicos se morían de risa de mis celos. Mi jefe comentaba con el tono más educado que podía que a mi no me gustaba tener más mujeres en la oficina. Y yo había recuperado ya un poco de mi vanidad y orgullo.
Me fui a mi casa refunfuñando contra las méndigas zarrapastrosas que habían invadido mi territorio. Pensé que la cosa quedaría ahí. Pero sorpresa de sorpresas, a la mañana siguiente, amanecí con terribles deseos de pintarme el pelo. Moví cielo, mar y tierra para lograrlo. Cuando salí de la estética, y me ví en el espejo me sorprendió muchísimo lo que había hecho. Tenía un look totalmente diferente. Mi pelo estaba más oscuro que nunca, y el corte era modernísimo. Me gustaba, me veía bien. Y then It hit me!!! Todo esto era el resultado de sentirme amenazada por una bola de mocosas ventiañeras. Lo que me llevó a pensar que a veces, hay que agradecer este tipo de intrusiones, porque ya sea por razones coherentes o incoherentes, mi pelo luce genial. Y ellas sólo están de paso por unos días en mi oficina, y después mi reinado continuará intacto. La reina puede darse el lujo de permitir que las cortesanas entretengan a los hombres de palacio ¿O no?

Sianna