Las Chicas: Melchor, Gaspar y Va a saltar

enero 07, 2008

Cuando era niña, no podía evitar sucumbir a la magia maravillosa que representaban Santa Claus y los Reyes Magos. Sabía que al despertar encontraría toda clase de sorpresas. Cuando crecí y me dijeron que mis papás eran los responsables de las mágicas noches de mi infancia, me entró una tristeza por abandonar esa libertad perfecta para pedir lo que mejor me viniera en gana. Cuando sabes que tus padres son los Reyes magos, es porque tienes una edad en la que no sólo entiendes que el mundo no es mágico, sino también te empiezas a dar cuenta de cosas como la situación económica, el hecho de que tienes hermanos, y eso limita tu poder de elección. Pasan años y entonces me encuentro que me toca ser Santa Claus para mis pequeños hijos, y éste hecho vuelve a traer un sentido de que la navidad y el 5 de enero en realidad sí se trata de los regalos. Hace poco escuché a uno de mis primos decir que desde que santa Claus no existía, la cena de navidad era como cualquier cena, y tiene razón.
Éste es el primer año que soy un Santa solitario. Y los tres Reyes Magos en una sola Sianna. Lucho contra el sentimiento de tristeza que esto representa. Hoy me veía tratando de desarmar la casita de mis hijos armada solo de un desarmador pinchifurris y una total falta de cromosoma “Y”. La cosa parecía tan simple, era sacar el grin del gran y tan tan. Pero claro, me faltaba la destreza masculina para saber cual grin de que gran. Afortunadamente me encontraba en casa de mi tía (la que no es tía del todo) y mi queridísimo primo “El Flaco” me terminó por ayudar. Finalmente tuve la casita desarmada en mi coche. Pero al llegar a casa, me vi bajándola sola, cargando también los juguetes que completan el cuadro “reyes Magos”, y entonces sí me atacó la tristeza más pura y genuina. Había logrado sobrevivir al hecho de que Mr. Bolas, por diversas razones, no pasaría la navidad ni el año nuevo conmigo. Me había cocowasheado bastante bien para no tirarme al drama ante lo que diciembre representaba en mi vida este año. Pero finalmente la realidad vino a darme totalmente en la face: las decisiones que he tomado en mi vida (de la cuales no me arrepiento… por lo menos no todavía) tienen el down side de enfrentarme a una soledad profunda y temida a lo largo de toda mi vida. Y duele. Duele darme cuenta de que he huido de mi misma. Que he tratado de maquillar la situación que vivo. Que he mantenido una facha optimista para pasarla lo mejor posible.
En noches como hoy, cuando duele verme como Rey mago sin tener con quien reírme porque la pinche casita no cabe en la cajuela del coche, o con quien pelear porque carajo a quien se le ocurre comprar una casita ya armada. Cuando sé que no importa cuanto ame a Mr. Bolas, él no va a ser Melchor, ni Gaspar, ni Baltasar, me da por cuestionarme si realmente voy por buen camino, si esto es lo que quiero para mí. Sin embargo, las respuestas a mis preguntas se ven sumergidas en la lucha que sostengo desde hace tiempo ya entre mi razón y mi emoción. Y al final sólo hay silencio.
Estoy esperando que las olas del sonido de la verdad penetren este muro de silencio y entonces encuentre el camino.
Y mientras yo también callo.

Sianna

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué relato tan desgarradoramente real! Quedé pensando en esa vida que ahora llevan ya tantos niños a causa de la separación de sus padres,e inmediatamente llegó a mi mente una bella niñita, que vive en esa condición desde que apenas rebasaba el añito de edad! No creo que recuerde a su papá viviendo con ella, era demasiado pequeña para dar cuenta de ello; ya casi cumple 5 años, y la vida normal para ella es un día aquí y otro allá! En su casa no hay Navidad, sólo con la familia cercana; su confusión quizá sea mayor al recibir regalos en varias casas, y al mismo tiempo en niguna fija...
Lo cierto, es que esta generación va a tener como denominador común, las familias fracturadas, así como la de sus abuelos fué la del aguante a toda prueba! Nuestros hijos de quejan amargamente de eso y ahora transitan por territorios opuestos! Hasta que éstas creaturitas crezcan y si acaso, se animan a tener hijos, sabremos el resultado final...No te afligas demasiado, Sianna, tu lo vives así pero para ellos es lo que conocen y será, a menos que en tu historia todavía quepa la posibilidad de un futuro re-encuentro con su padre y darle oportunidad a la familia de existir con cabeza y corazón y no el mounstro bicéfalo que ronda por la niñez de los pequeños...Hay que esperar y pedir que esa soledad que hoy duele en las entrañas, pase y dé lugar a la maravillosa compañía de uno mismo y en paz! Ya sabes, Sianna, que siempre seré la madre ante todo, y como tal, conforto tu alma y enjugo tus lágrimas, más no así acepto que la decisión que tomaste fuera la más adecuada para el porvenir de tus retoños...Aquí están mis pensamientos sin ánimo de ofender a nadie, un abrazo muy maternal!

Anónimo dijo...

Lo que más nos duele es lo que no podemos cambiar.
Porque si nos duele algo que podemos cambiar y no lo hacemos... pues es absurdo ¿no? A menos que sintamos que es necesario sentir ese dolor, que de la experiencia vendrá alguna clase de aprendizaje o crecimiento. O que con nuestro dolor, estamos comprando el bienestar de alguien más.
En tal caso valdría la pena recordar que nadie sabe para quien trabaja.

Anónimo dijo...

Creo que necesitamos más "pranganeces" de Mr.Bolas para despertar la apatía obvia entre las chicas! Ya ni comentarios escriben! Qué aguadas! Anímense!