Las chicas: Las buenas al cielo y las malas… a todos lados

noviembre 10, 2008

Ayer tomaba café con mi amiga 1940 (se llama así porque tranquilamente pudo haber nacido en ese año) Ella está llena de normas y reglas que durante mucho tiempo siguió sin cuestionar la validez de las mismas. Se casó con el primer novio importante que tuvo. Después vinieron los hijos (hijas de hecho), estudió psicología y es maestra en alguna escuela que por ahí se conoce. Ella y yo tenemos una relación bastante profunda y cercana. Es una parte importante de mi famoso aquelarre, y es fuente constante de historias chuscas que compartimos los fines de semana en el café (ok, ok también entre semana tomamos café en el fumadero). Es leal y honesta y siempre está lista para ayudarte con lo que sea necesario. Vivimos una amistad, que a diferencia de las otras amigas, está basada en lo opuesto que somos la una de la otra y funciona en el espejo y en el complemento. Si vamos en el coche, ella quiere el cinturón de seguridad a como de lugar y además espera que yo también lo use. Cuando me rehúso, pone cara de asombro, ojos de plato y con su dulcísima voz me dice: ¿Por qué siempre tienes que romper las reglas? Me sorprende como el no ponerme el cinturón (cuando además voy en el asiento del pasajero) le puede parecer a ella un acto de rebeldía, cuando para mí es sólo un asunto de comodidad (o incomodidad que es lo que el cinturón me produce). El punto es que somos la noche y el día en la manera en que vemos al mundo. Para mí 1940 es extraña. No sólo sigue las formas a costa de sí misma, sino también cree que tiene a la ley comprada y metida bajo su bolsa. Hace unos días regresábamos en su coche de ir a resolver al mundo (ta bien a la escuela ante la sep), y de pronto un tipo que creo que iba bastante drogado se avalanzó al coche y lo golpeamos. 1940 se frenó asustadísima. Yo sabía que tenía que bajar para auxiliar al loco que nos había golpeado, pero cuando pensé que podía encontrármelo con las tripas de fuera, decidí que después de todo yo no era tan valiente y volví a cerrar la puerta. Al mismo tiempo mi amiga empezó a decirme que bajara yo porque ella no podía hacerlo y como yo pensaba que era un asunto de hombría (y la neta las dos éramos bien nenas en ese momento) yo movía la cabeza para explicarle que yo tampoco. Claro que después me aclaró que ella en serio no podía bajarse porque el golpe que le había dado al tipo había sumido su puerta y ésta no se abría. Estábamos en plena discusión cuando el atropellado se paró al lado de mi ventana. Yo le pregunté como estaba y si le dolía algo (un poco estúpida la pregunta considerando que acabábamos de pegarle con el súper coche de 1940). Él solo decía que tenía “apurancia” y que se iba. Y realmente se fue. 1940 y yo lo veíamos irse, y creo que una parte de nosotras esperaba ver en que metro se caía muerto. Y de pronto, sucedió lo que menos esperaba. Mi amiga empezó a regañarme y a gritarle al tipo que se regresara, que teníamos que esperar a tránsito para que obligara al hombresucho a pagarle el golpe. Mi incredulidad era evidente para ella. Cuando salí del shock que su declaración generaba, le dije que estaba loca, que si transito venía nos íbamos a la cárcel, a lo que ella, por supuesto, no me creyó. Así que sacó el celular y le marcó al santo marido que tiene. Tomó varios minutos que el San entendiera la situación (probablemente porque mi amiga tenía la particularidad de decirle que un tipo le había pegado a su coche y el marido creía que hablaba de un choque) y fue hasta que ella empezó a gritar que claro que no con otro coche sino con su cuerpo, que el San lo entendió, y entonces sí que lo escuché. Él le ordenó que se metiera al estacionamiento de wall mart (porque todo sucedió enfrente de esa tienda) y que de ahí no se moviera. Así que entramos y nos quedamos esperando a que llegaran a rescatarnos. Y durante todo ese tiempo, 1940 no salí de su asombro. Ya estaba, la ley le había fallado y no la había protegido de la terrible injusticia que se había cometido contra su bello coche (además de que después empezó a sufrir por que su mamá la iba a regañar). Sus lentes color de rosa habían sido estrellados contra los toques de realidad, y eso rompe el corazón de quien sea.
Al final, el coche se arregló por módicos $250, el fulano no se murió en nuestra presencia, y no tuvimos que ser la bitch de alguna matrona en la cárcel. 1940 concluyó que seguir las reglas no siempre le traía beneficios, que la rebelde de yours truly, las rompía cada dos por tres y nadie, y digo otra vez, NADIE, le saltaba frente al coche, y que ella tenía que aprender a ser una niña desobediente, porque al final, las niñas buenas lloran toda la novela y sólo en el último capítulo son felices, y las niñas malas se divierten los 200 capítulos anteriores y sólo al final les va mal. Así que por pura matemática, las chicas buenas van al cielo (y se aburren) y las chicas malas vamos a todos lados.

Sianna

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ME PARECIO MUY DIVERTIDA Y ADEMÁS REAL, YA DECIA YO Q ES UNA PEN...DEDICARSE A VER NOVELAS PARAESPERAR LA TRISTE SUERTE DE LA CHICA BUENA REIR Y SER FELIZ SOLO UNOS FRAGMENTOS ANTES DE QUE PONGAN LA PALABRA FIN DESPUÉS DE AÑOS DE VERLA SUFRIR Y AVENTARTE HORAS Y HORAS DEANUNCIOS Y DONDE SEGURO YA COMPRASTE BOLA DE TONTERIAS

Anónimo dijo...

es mas considerable una chica mala muy mala que una chica buena interesante pero aburrido

Anónimo dijo...

Un amigo me dijo:
"La muerte nos sonrie a todos"
"Y solo nos queda de volverle la sanrisa"
me pregunto
... Si tu amigo muriera con una sanrrisa.