Muriendo

diciembre 17, 2007

La muerte de alguien querido es una de las cosas más difíciles de asimilar. La mamá de mi mejor amiga está muy grave en el hospital. Hablo con ella y escucho su parte racional decirme que no pasa nada, que entiende que su madre tiene que irse ya, que si el cuerpo ya no da para más, para que seguir así. La escucho, pero debajo de toda esta racionalidad se esconde un profundo dolor, el sentido de pérdida. Vivimos en un mundo tan corporeo, que todavía no es difícil asimilar que la gente muera. El consuelo católico de que siempre estarán cuidandonos nos sirve para pura madre. ¿Cómo te convences que está bien que alguien se vaya, cuando a veces ni siquiera un viaje es aceptable?
Al colgar con mi amiga, no pude dejar de recordar todas las vivencias que hemos tenido juntas. Y la cantidad de veces que estuvimos con su madre, ya sea siendo regañadas o riéndonos de todo lo que ella era capaz de decirnos. Recorde una fiesta de hace muchos años en la que nos regañaba por seguir teniendo un himen que sólo estorbaba. Recordé la cantidad de veces que hablé con ella por teléfono porque estaba preocupada de que mi amiga no se asentaba.
Recordé todas las veces que mi amiga estuvo en mi casa por la soledad tan profunda en la que vivía.
Y recordé mi propia soledad. Mi falta de capacidad para lidear con la muerte de la gente que he amado. No creo haber vivido un dolor más profundo como la muerte de mi padre. Han pasado demasiados años y durante ese tiempo, mi dolor se ha ido revistiendo con diferentes nombres: indiferencia, negación, coraje, impotencia.
No ha habido un sólo momento importante en mi vida en el que haya dejado de desear que él estuviera conmigo. El día de mi boda, el nacimiento de mis hijos, mi separación. Me digo que él sabría que decirme, que podría darme ese consejo perfecto que haría que todos mis miedos desaparecieran. Y si no, por lo menos, sentiría que está junto a mi.
La muerte es algo que obsesiona a cuanta persona conozco. Mis abuelas, que son viejas, dicen que la muerte es algo natural y que no le tienen miedo. De hecho, en muchos momentos la desean profundamente. ¿Será que al llegar a ese punto de tu vida, cuando realmente has cumplido con tu parte, has disfrutado del mundo que creaste, la muerte puede parecerte algo natural? ¿O será que saben que ya se van y es mejor enfrentarla con valentía y no pensar en todo lo que se queda atrás? No lo sé.
A veces es más fácil enfrentar la muerte de la gente lejana, de la gente vieja, de aquellos que ya no nos hacen falta, pero enfrentar la pérdida de alguien que todavía te es necesario, es difícil. A lo mejor todo el punto es aprender a desprendernos, decir adiós, sentir que si se está acabando es porque ya no lo necesitas, y si pudieramos aplicar éste principio a todo lo que vivimos, los momentos y desmomentos serían gozables siempre.
¿Será mi momento de despedir a papá?
Espero que a así sea.


Hades

1 comentarios:

LobadeCiudad dijo...

Para mí la muerte ha estado tan cerca y familiar que espero poder dejar de temerle, familia, amigos , conocidos, personajes del entorno uno a uno dejan su sitio en el escenario de mi vida a algún otro actor de reparto. Anhelarla fue en su momento el único rescoldo de paz que encontraba en mi cerebro, propiciarmela, abanonarme a ella. Creo que uno nunca deja de extrañar a los que se van, te preguntas ¿que dirian?¿que pensarían de mis actos?¿que consejos traerían? . Aunque suene a bloff eso de que estan dentro de nosotros, lo cierto es que si conocimos profundamente a esa persona, sabemos que dirian, sabemos que pensarian y que consejos escucharíamos de sus bocas. En otras culturas se cree que reencarnamos y que volveremos a estar con esos seres queridos muy pronto, la muerte jamas es una despedida es un hasta luego. Yo me aferro a esa creencia y guardo mensajes en mi alma para dárselos cuando volvamos a estar juntos.