Las chicas: Entre el amor y el buró de crédito

diciembre 17, 2007

En una de tantas reuniones familiares, escuché la historia de amor más extraña de mucho tiempo. Tengo un tío (Café que ya he dicho que si es café pero no es de ahí de donde sale el nombre). Este tío ha inundado a la familia con un desfile de novias bastante interesante. Y cada vez que llega alguna a su vida él nos cuenta como es que la encontró. Esta vez se voló la barda. La mujer en cuestión (bastante agradable y centrada) trabajaba ofreciendo tarjetas de crédito. Sí, tristemente pertenecía a esa terrible fracción del género humano que molestan los domingos a las 8 de la mañana para ofrecerte una cuerda con la cuál ahorcarte una vez más. Pero cuando ella hizo esta llamada no creo que supiera que en lugar de conseguir una pequeña comisión iba a conseguir un hombre. Lo llamó, él contestó (¿que más puedes hacer un domingo a esas horas?). Ella ofreció su producto, él se negó, ella explicó todas las razones por las que era una gran idea tener una tarjeta de crédito. El confesó lleno de verguenza: “Buró de crédito”, ella lo ignoró explicando que podía estar equivocado, que la mayoría de las personas en realidad no está en un cómodo cajón de tan famoso buró, sino que era el petate del muerto con lo que espantan a la gente para que pague. Él cedió. Dio sus datos. Ella pidió su teléfono celular (por aquello de que luego dejamos de contestar el de casa), él se negó rotundamente (ya era una putada tener que recibir estas llamadas en la casa ¿Quién en su sano juicio querría ser molestado en su celular?). Ella era insistente, él, tratando de quitársela de encima. Willió un poco: si él número fuera para ella, podría ser, pero para el banco ¡nel !. Ella utilizó su sensual voz para convencerlo de que a lo mejor y era para ella también. Mi tío, que ya llevaba un rato solterón, y que estaba por poner su recuadro en el anuncio clasificado bajo la sección de: “urge, urge”, pensó que la señora podría ser una opción interesante y dando el celular la invitó a salir. El resto de la historia sólo puedo imaginarlo, pero el resultado final fue: Ella perdió la comisión por que resultó que mi tío si estaba en el cajón, él no consiguió la tarjeta. Ella y él se ven felices juntos. Ella ya no trabaja en el banco, y él sólo la trabaja a ella. Y esperemos que esta vez sea “felices para siempre”.
Al terminar de escuchar tan romántica historia, no me queda más que pensar que ser abordados en el centro comercial o por teléfono por la raza infrahumana de los tarjeteros de crédito, puede ser una gran oportunidad, así que la próxima vez que alguien les ofrezca una (tarjeta), piensen muy bien antes de gritarles que se vayan al diablo por que ya estamos en el buró de crédito, porque Who knows? El amor de tu semana puede estar justo detrás de la solicitud de crédito.
Sianna

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien. Correctisimo. Dice toda la verdad. Gracias a dios ese señor encontró una persona como la que merecía.

La Kitita