ENTRE EL PRÍNCIPE AZUL, EL SAPO Y EL GATO CON BOTAS.

diciembre 08, 2008

Parte 1/3
Pensar que los hombres, no la humanidad, sino el género masculino, encuentra sujeto su devenir personificando los personajes de un cuento, para acabarla de joder de: ¡hadas!; y aún cuando esto hiciera parecer nuestra existencia, como hombres, una cosa de cuento, la verdad es que no lo es, pues nos las pasamos mudando de máscara y brincando de aquí para allá hasta que a veces ya ni recordamos quines somos, que somos o como somos.

Aunque pudiese parecer cómico, en realidad convierte nuestra existencia en una especie de parodia de tanto en tanto: ridícula, en ocasiones dramática y en el peor de los casos obscena, ¡ja, ja, ja!, y pese a ello y a mi condición de varón no tengo más remedio que reír, a fin de cuentas nos gusta participar en la historia o cuento de nuestras parejas interpretando dichos papeles, conciente o inconcientemente (para ser justo, en el cuento que construimos con nuestras parejas).

Posiblemente no creas absolutamente un bledo de lo que he dicho; pero para muestra un botón: hace ya mucho tiempo platicando con mi hermano, me comentaba la hipótesis del “trueque”, a la que desde éste momento nombraré “el trueque macabro”, puesto que sus consecuencias son macabras. Según uno de los amigos de farra de mi hermano las relaciones de pareja están construidas sobre un trueque, un trueque que los participantes han aceptado, pero que no conocen, más sin embargo esta dictado por la naturaleza de los géneros. Bien, bien, no la haré más de emoción, el “trueque” consiste en lo siguiente: “mientras el hombre da romance, la mujer a cambio entrega sexo” y viceversa.

Naturalezas distintas, distintos intereses, ¡vaya!, no quiero decir que a las mujeres no les guste el sexo, ni que los hombres seamos como piedras, si no que mientras que para las mujeres (no todas, pero sí la mayoría) la necesidad sexual nace de una necesidad afectiva, para los hombres nace de una necesidad visual, en pocas palabras, nos comportamos como mujeres a la hora de comprar un vestido, me gusta… ¡lo compro!

Es decir, hay que jugar al PRÍNCIPE AZUL si es que queremos el premio mayor, mientras la princesa no escala al nivel de REINA, nosotros los hombres somos un dechado de virtudes (comprensivos, cariñosos, y prodigamos a nuestras parejas toda clase de atenciones, flores, llamadas que se extienden por horas y horas, tarjetas, dulces y chocolates (últimamente en declive por cuestiones dietéticas), salidas a comer o cenar o al cine, todas ellas encaminadas a solventar la necesidad romántica de nuestras parejas o en términos biológicos, al ritual de cortejarlas (pese que en este caso la analogía no aplica del todo, puesto que las mujeres no solo evalúan el potencial reproductivo o de protección; además tenemos que llenar su necesidad romántica o su deseo de protagonismo: requieren sentirse no solo únicas, sino la ÚNICA).

Posiblemente a muchos de ustedes les parezca esto ofensivo, sin embargo pese a todo es necesario reconocer que es la verdad; esta dictado por nuestra naturaleza, sí, es algo que traemos programado y de los cuales pocos de nosotros podemos sustraernos, aún y cuando seamos concientes del “trueque”, el cuál bien visto, parece el mayor de los engaños, y si lo asumimos concientemente (los hombres) es bochornoso e incluso hasta denigrante, quien querría engañar a otra persona con la cuál además existe un vínculo afectivo (positivo, AMOR) con el único fin de satisfacer su necesidades, además bastante pueril, la necesidad biológica de tener SEXO; así que bien visto a veces es mejor pretender que no es cierto o que cuando menos desconocemos su existencia.

Y es que como hombre (aún y cuando bastante racional y poco machista), me es casi imposible mantener un nivel de atenciones y cuidados para con mi pareja en la misma intensidad y nivel que cuando recién nos conocimos e iniciamos nuestra relación; en gran medida porque no esta en la naturaleza de los hombres volcarnos en nuestro lado afectivo y en cambio nos sentamos a nuestras anchas en nuestro lado racional en donde todo se sopesa en función de la utilidad o practicidad, y el romanceo termina por convertirse en una actividad desgastante, falta de encanto (ya tenemos el premio), y bastante demandante puesto que requiere de gran creatividad, no es fácil sorprender a nuestras parejas sino hay trucos nuevos, o si estos se repiten con demasiada frecuencia. Además hay que agregar, que la expectativa de nuestras parejas siempre resultan ser mayores que nuestros esfuerzos, llenar la necesidad romántica de nuestras parejas, es como intentar llenar un pozo sin fondo, al que además habría que considerar seriamente no alentar, puesto que convierte su necesidad de ser ÚNICA en verdadero hoyo negro, ¡ja, ja, ja¡.

Así que de la noche a la mañana y bajo el influjo de un beso (literalmente) el ordinario y de ordinario: SAPO, decide convertirse en el PRÍNCIPE AZUL, ¡ah!, el SAPO el ordinario SAPO, ese es el siguiente personaje que conviene visitar, ahí donde habita de común… sí en su charca…


DEMOS T. NESS
“El miedo anidó en mí y entre sus alas viví…”

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