Las chicas: Con la capa y el escudo y una muy buena espada

octubre 21, 2008

De un tiempo para acá, he pasado muchos momentos analizando el comportamiento de mis congéneres. He escuchado con atención cada comentario que hacen, y más allá, me he observado muy de cerca en cada pensamiento o emoción que surge en mí. Al final he ido concluyendo que mucho de la problemática que tenemos es la incesante búsqueda del príncipe azul y la fuerte necesidad de amoldar a quien tenemos en frente para que lo sea, todo esto sin mencionar el asunto de planear a futuro cada paso que vamos dando. Hace tiempo hablaba con Mr. Bolas acerca de no- se- que película en donde querían hacernos creer que el príncipe azul era un chamaco veinteañero, y le contaba como la gurú y yo nos habíamos ofendido con semejante propuesta. Claro que esto llevó a ¿Cuántos años debe tener un hombre para ser príncipe? Y yo no supe que contestar. Por supuesto que la primera imagen que vino a mi mente fue la de Big (de Sex and the city). Pero cuando ví a Bolas parado frente a mí, pensé que él era mi príncipe en ese momento. Así que graciosamente le dije que él lo era. Ahora, lo que yo esperaba después de decirle una frase tan romántica era que por lo menos hiciera una caravana, sin embargo lo siguiente que salió de sus labios fue: Yo no soy príncipe de nadie y jamás lo seré. Tengo que aceptar que me molesté, que me sentí un poco dolida, pero lo más fuerte fue que Mr. Bolas había vuelto a pinchar mi nube rosa y yo tenía que bajar de ella y poner los pies en la tierra. Dejé ese incidente pasar.
Pero los pies ya habían hecho tierra y no había manera de volver a volar. Retiré los lentes color de rosa y decidí abrir los ojos y ver al hombre que amaba sin capa ni escudo (pero eso sí con una espada bien hecha). Lo que encontré fue que la capa con la que lo cubría estaba bordada en puro control, que el escudo que tenía en las manos era mi inhabilidad de creer en una relación sin futuro, y que mis miedos habían creado una relación que en lugar de ser satisfactoria, me tenían enojada o a la defensiva todo el tiempo. Así que di un paso atrás. Empecé aceptando que Mr. Bolas no era ni por asomo mi pareja, era mi novio, mi amante en el mejor de los casos, pero que no sería ese ser que iría tomado de mi mano a las reuniones social/ familiares. Que no sería con quien tuviera que negociar con quien pasaríamos navidad y año nuevo. Y que la relación que teníamos, tal cual estaba se iba a quedar. La decisión era muy fácil. Podía quedarme y aceptar que las cosas estaban bien así, que podía amar a Bolas tal cual lo venía haciendo todo este tiempo (eso sí sin disfraz) y ser feliz o podía irme. Primero traté la última opción (es la más fácil, ¿podría alguien culparme?) pero entonces lo que sucedió fue que me dolía más la idea de no compartir con él esos pequeños espacios que el dolor que esos espacios a veces me provocaban. Así que me quedé. Me quedé con la idea de ser feliz con lo que tenía. Me quedé con la firmeza de aceptar a Bolas tal cuál era y sin sentirme afectada por las cosas que hace (o no hace). Me quedé con el propósito de fortalecerme y ser una Sianna más auténtica y menos temerosa. Me quedé para trabajar mi obsesión por controlar. Y me quedé por al amor profundo que siento por él. Han pasado unos meses de toda esta situación. Hoy vivo una relación un poco más encaminada a la libertad y al respeto (de ida y de vuelta), hoy vivo aceptando las ideas, formas y puntos de vista diferentes que tenemos. Hoy he dejado de planear y he podido independizar mi estado de ánimo del de Mr. Bolas. A veces es duro. Otras me toma un poco de tiempo controlar mis impulsos. Pero cuando me pierdo, retomo el camino, voy gallo- gallina, y poco a poco mis pasos se afirman y al rato hasta puedo saltar.

Sianna

0 comentarios: