Las chicas: And the oscar goes to...

febrero 26, 2009

Mi tía Jolines/Olé, siempre ha dicho esta frase que me encanta: “Los hijos criados los males doblados y casados redoblados”. Me impresiona muchísimo el proceso de la cabeza materna. Pasamos los días en un vaivén de ideas que van desde: ¿Estoy haciéndolo bien? Hasta “mejor los regreso por donde vinieron”. Hace poco platicaba con un amigo que es papá y él decía que los hombres no están analizando constantemente su rol como padres, que de hecho ellos hacen lo que tienen que hacer y moving on, pero que nosotras pasamos la vida pensando que damos mucho, poco, nada; que somos barcos, hitlers, o gandhis. Tiene toda la razón. Observo a los torbellinos y me doy cuenta del profundo amor que siento por ellos, me siento orgullosa de los niños que son y me encanta escuchar a la gente que dice que están muy bien educados. Pero a la primera señal de alteración, paso de vivir en el paraíso al meritito infierno. Si llego y torbellina se hizo pipí, o si torbellino está más sensible que de costumbre, entonces empiezo: “Será que no he estado tiempo suficiente con ellos? O ¿estoy demasiado pendiente? ¿Será que no les he dado lo que debo? O ¿Estoy dándoles demasiado? ¿Será que los límites no son correctos? O ¿insuficientes? Y de ahí pal real. No pudo dejar de sentirme asustada pensando todo lo que puede salir mal con ellos. Cuando estaban en mi panza el miedo es que estuvieran sanos, que no se adelantara el parto (mentira había días que hubiera pagado por un incubadora porque dormir, comer y respirar eran un suplicio) y que el proceso de parirlos fuera perfecto. Cuando estuvieron afuera fue que si la intolerancia a la lactosa (que hoy sé que era la intolerancia a la angustia de su madre lo que los traía locos), que si no se fueran a romper, que no se ahogaran, que no me odiaran, que supieran quién era yo, que me sobrevivieran con 80 horas de terapias. Y ahora que tienen 7 y medio y 3, es que estén sanos, que sean aceptados, que se sientan amados y respetados, que no salgan traumados pero tampoco unos buenos para nada, y así podría seguir 3 párrafos más.

Y yo me consolaba pensando que algún día crecerían y dejaría de vivir preocupada por ellos, y sorpresa… Veo a mi mamá que tiene 3 hijos bastante vejestorios y sigue preocupándose por lo que vivimos. Sigue siendo ella el puerto al que corremos cuando las cosas están feas. Sigue siendo la confidente, el apoyo, y seguramente sigue con los insomnios, con las preguntas, con la zozobra de si lo hizo bien o mal.

Así que esto de la maternidad es el cuento de nunca acabar. Y todo esto me lleva a preguntarme ¿Es así la cosa? O ¿Será que tenemos mal entendido el asunto maternal? ¿Hasta dónde podemos hacer por ellos? ¿Hasta dónde nos toca sólo acompañar y estar tras bambalinas por si nos necesitan? ¿Cuál es el punto medio de la maternidad?

Como soy mamá de nuevo ingreso, no tengo respuestas, tengo ejemplos de las que yo considero grandes madres. Y tengo a mi mamá. Recuerdo los regaños, y la vez que nos agarró a mi hermano y a mi con un cinturón de pendejuelas, pero también recuerdo las mañanas de navidad en su casa y tenerla junto a mí a las 6 am abriendo juguetes, las tardes en que hacíamos galletas en la cocina, el despertar en la madrugada muerta de miedo y correr a meterme a su cama para que ella ahuyentara a los mounstros. Recuerdo las tazas de café cuando ella me podía escuchar hablar 20 horas seguidas sobre el amor de mi semana. Recuerdo su sonrisa y sus palabras “tú puedes”. Y más que nada, recuerdo su amor infinito e incondicional. Hasta nuestros días, no importa que haga, cuanto me equivoque, cuanto me asuste, sé que ella siempre estará junto a mí y me dirá que todo va a estar bien. Y eso es precisamente lo que quiero que mis torbellinos puedan sentir. Por que si hay “Oscar” a las mamás, la mía lo ha ganado 33 años consecutivos.

Y pienso en los zapatos que tengo que llenar… Y más me vale arreglarme los callos, comprar los calcetines adecuados, sacarme la uña enterrada, usar lotrimin pal pie de atleta y dar el salto de fé.

Así que aquí voy.

Sianna

Analizando las relaciones con el ojo de la astrología

febrero 23, 2009

Parte 1 de 3
La naturaleza de una relación puede abarcar numerosos niveles, algunos conscientes y otros subliminales. Las motivaciones ocultas y las lecciones kármicas se esconden a menudo justo por debajo del límite de la conciencia. Como consecuencia de ello, los dos miembros de la pareja se pasan mucho tiempo y hacen un gran esfuerzo por suavizar esos puntos bastos que no siempre son tan evidentes. Cada individuo posee una personalidad con numerosas facetas que se mezclan con las cualidades de otro y que, en último término, son las que definen la «relación» total.
Es importante aceptar el hecho de que no todas las relaciones funcionan. Sin embargo, todas ellas existen por alguna razón, y cuando comprendamos mejor por qué existe una relación, tanto mejor podremos comprendernos a nosotros mismos. Algunas relaciones parecen ser kármicas por naturaleza, otras, en cambio, son más físicas o emocionales. A medida que estudiamos los diversos aspectos existentes entre las cartas de dos personas, el avance y el retroceso de la marea del amor revela hasta qué punto nuestras ataduras emocionales son en realidad espejos de nuestra conciencia en formación.
EL IDEAL COMPATIBLE

Uno de los mayores misterios de la vida es la experiencia de amar a otra persona. Desde hace eones, la gente ha tratado de definir y comprender las profundidades de la simplicidad del amor. Conocemos el amor íntimo de una persona por otra. Experimentamos un amor por la naturaleza. Sentimos amor por las cosas materiales. Sentimos amor por la familia y los hijos. Nos hemos visto envueltos en el amor por Dios y por la vida misma. Todas éstas son distintas formas de amor y, sin embargo, todas ellas son lo mismo de un modo sutil e intangible. Un hilo de continuidad une todas las formas de amor, de modo que las diferencias se basan más en el objeto amado y en la calidad del amor mismo que en la esencia básica. Sabemos que cuando una persona siente amor por otra es capaz de sentir amor por otras cosas en el universo, ya que el centro del amor se halla abierto. Cuando un individuo siente un gran amor por la vida, es capaz de amar todas las cosas..., ¡pues amar algo es el fundamento para amarlo todo!
La definición contemporánea del amor puede ser confusa. A veces, confundimos la pasión con el amor porque malinterpretamos la diferencia entre el impulso sexual y el sentimiento. La pasión excita la personalidad. El amor eleva el espíritu. La pasión es poder. El amor es el único poder que puede vencer a la pasión. Cuando las personas sólo se relacionan por medio de la pasión, pueden experimentar una secuencia volátil de emociones, lanzando al viento todo sentido ético y toda conciencia. El amor es mucho menos excitante, pero tiene un valor inconmensurablemente mayor, porque su esencia es una serena fuerza de sustentación que se alimenta del alma, llenando y suavizando los espacios vacíos del propio ser, aportando al individuo un sentido de plenitud.
El amor tiene en sí mismo la capacidad de completar el rompecabezas de la vida, solventar los enigmas de la mente y dar sentido a experiencias aparentemente inconexas. Es la única fuerza capaz de armonizar al ser humano consigo mismo.
Cuando un ser humano alcanza una armoniosa comprensión de sí mismo, tiene tendencia a crecer más en armonía con todo el amor existente en el mundo. Puede entonces iniciar el recorrido por el camino que le llevará a convertirse en un ser divinamente espiritual. El estudio de la compatibilidad astrológica puede ayudarnos a recorrer ese camino, pues la carta astral misma nos señala la forma de comprender hasta qué punto somos parte de la fuerza divina que guía y mueve nuestras vidas. Nadie puede experimentar amor por otro y estar en discordancia consigo mismo.
Cuando una persona se completa a sí misma a través del amor por otra, entra en juego un tercer factor. El universo parece inclinarse para realizar y cumplir los objetivos de ambos. Las situaciones difíciles se transforman en fáciles. Los obstáculos desaparecen milagrosamente. Una profunda sensación de sentido empieza a florecer a partir de dos tallos entrelazados hacia una unicidad universal. Cuando nos damos cuenta de que el amor se manifiesta a través del arte, la música, la poesía, la forma, el diseño, el sentimiento, la naturaleza, la sabiduría y todos los niveles de la comprensión, entonces resulta fácil comprender cómo las relaciones, o el descubrir y compartir el amor con otro, son las verdaderas joyas de la vida.

Continuará...

YOLA

Y LLEGÓ EL 14 !!!!! Y GRACIAS A DIOS SE FUEEEE!!!!


Que monada!!!!, otra vez llegó el 14 de febrero y como cada año todos o casi todos nos volcamos en una serie de compras y tareas para agasajar, convidar, recordar, amenizar o lo que sea, a aquella “persona especial” que ocupa nuestros pensamientos y sentimientos.

La verdad es que para mi esta fecha es una reverenda payasada, comenzando por que para mi, no hay una persona especial, hay muchas y no solo las recuerdo o tengo que festejarlas una vez al año.

No sé por que se ha arraigado tanto la fecha, si de entrada, no pertenece a nuestra idiosincrasia; ese día vemos infinidad de parejitas románticas llenas de miel; los globos, flores, chocolates, perfumes, discos, libros, joyas y demás muestras del graaan afecto que se profesan mutuamente son la constante.

Pero…¿de verdad es por cariño o amor o solo por cumplir con la fecha?.

Creo que el rollito este del 14 de febrero esta bien para pubertos empalagosos, por eso no entiendo ¿por que hay tanto adulto todavía con estas ideas en la cabeza? Conozco gente, sobre todo del género femenino, que si para el galán pasa desapercibida la fecha arman unos panchos de Santo y Señor mío.

La verdad es que, seamos sinceros, a muchos de los que se les da eso de los súper detallazos en Valentine´s day es por que traen más cola que un dragón chino y no quieren que se les caiga el teatrito.

Pongamos el caso de: la Rorra (dícese de una cuata mía medio extravagante) anda con un Galán de nuestra misma rodada, osea más de 3 décadas de kilometraje, son muy felices, llevan como 10 meses juntos y ya hablan de compartir más que fluidos.

Digo, esto no es nada de extrañar, lo que no me cabe en la cabeza es que a la Rorra hace algunos diítas, se le atravesó otro Rorro que le movió el tapete y que por supuesto no es el Galán oficial.

No sería nada extraño si no continuara con el rollo de que en el Galán encontró a su media naranja, su alma gemela, la que lo llena de ilusión y alegría… peeeero el Rorro, ese: “esta buenísimo” (palabras textuales de la Rorra)

Se han pasado unos días pintándole una excelsa cornamenta al muy tranquilo y feliz Galán, que dicho está de paso, a mi me late que también tiene alguna movida, por que ha tomado con estoicidad algunos detalles que yo no pasaría pero ni con los ojos cerrados.

Aaaaah, pero eso si, entre los dos me hicieron cómplice de su mutuo festejo sorpresa para el día de San Valentín!!!!!! ¿A que demonios estamos jugando pues?

¿Para que tanta jalada con el festejo del día más romántico y acaramelado del año, si el resto del mismo le hacen al tío Lolo?

¿No sería mejor dejar de lado nuestro egoísmo y convivir con el egoísmo de alguien más?

¿No sería mejor comenzar por festejarnos a nosotros mismos y reconocer qué queremos, como y con quién, y luchar por eso?

Bueno, eso pienso, se que muchos me dirán que estoy generalizando y que no todas las parejas se comportan de esa manera (me queda claro que no… hay casos peores, jajaja) si, se que no es así, se que en algún rincón habrá quienes verdaderamente celebren por que se aman y son fieles, por que están comprometidos y por que se les hincha su gana hacerlo.

Sin embargo y desafortunadamente, cada vez que volteo la vista encuentro más y más casos como el de la Rorra, a quien quiero mucho, pero no por eso me ciego y veo a más y más hipócritas o muy buenos actores que alardean de su fantástico amor solo en 14 de febrero.

Es una lástima, además, ni siquiera debería ser algo de lo que me ocupara por que… que chinga: yo no festejo el día del amor y la amistad!!!!!

SAV

Los momentos que sí y "los otros"

febrero 18, 2009

Cuando una relación inicia creemos que “it´s all about love”. En varios libros científicos existen explicaciones de cómo lo que llamamos enamoramiento no es más que un desorden químico que sucede en nuestro cerebro. Que la hormona “fulana” se libera y la “mengana” desaparece y es así como podemos caminar entre nubes y suspirar con todas las canciones de amor (que seguramente han sido escritas con la influencia de las hormonas “fulanas y menganas”) que existen en todos los idiomas (nadie se salva de la química cerebral ni siquiera los que viven en Timbuktu). Y que es necesario que pasen entre 3 y 12 meses para que este proceso hormonal se estabilice y realmente se pueda saber si hay material para que esa relación funcione.

¿Qué es lo que construye y, en su momento, destruye una relación? Los momentos. Cada suceso fantástico que vives, que te permite tener esperanza, que te lleva a anhelar que por fin la búsqueda terminó. Que no hay que seguir “afuera” tratando de localizar a “the one”. Que desafiaste todas las leyes escritas y no escritas, a los cínicos que dicen que el amor no existe, aún a los inconclusos cuentos de hadas, y que TÚ (sí, este pequeño ser incompleto, defectuoso, nada principesco) ha logrado estar en el top ten de las relaciones. Y lo ves, y lo respiras, y lo amas con tanta fuerza que crees que vas a romperte por tratar de contener este enorme sentimiento. Y ves las diferencias, pero las ignoras lo más que puedes. Escuchas a las chicas (diciendo como ese tipo de plano no combina contigo), y decides que es que no saben lo que realmente pasa en tu relación por que eres bastante boca floja y no puedes dejar de chillotearles un poco cuando te enojas con el ser maravilloso.

Entonces crecemos las similitudes para cubrir las diferencias. Hasta acomodamos nuestra identidad para que “cheque” con el otro. Cambiamos gustos musicales (o por si suena mejor, nos abrimos a un mundo más amplio de experiencias), recorremos y nos relacionamos con lugares y gente a los que jamás iríamos, si no fuera porque a él le gustan. Hell!!! Hasta aprendemos a cocinar, planchar, lavar, ver novelas y demás actitudes que no eran parte de nosotros.

Caminamos junto/ debajo/ detrás/ delante/ y hasta encima de nuestra pareja, con tal de extender esos momentos lo más que se pueda.

Y luego, ahhhhhhhhhh, luego empiezan “los otros”, los que destruyen la relación. Cuando el ser interno quiere salir del lugar dónde lo zambutimos. Cuando quieres llevar tu relación a un 50-50. Cuando te levantas en la mañana y sabes que no estás satisfecho con lo que has construido. Que seguramente que lo amas, pero ¿y lo demás? ¿El compartir de lo tuyo? ¿La compañía a lo que es importante? ¿Hacer tierra en tu mundo juntos? Y la fatal/ terrible/ inescrupulosa/ y francamente grosera palabra: el compromiso. Eso no está. La relación caducó. Simplemente no funciona. No queremos lo mismo.

Y ahí ¿cómo? ¿Enfrentarnos con nosotros mismos y decirnos la verdad? Duele. ¿Pensarlo? Duele. ¿Considerar opciones? Neblina, las opciones están borrosas. ¿Renunciar a esto que durante un periodo largo de tiempo nos hizo sentir tan bien? ¿Volver a empezar? Naaaaaaaa.

Entonces los libros, las canciones, las terapias, cualquier cosa que caiga en tus manos es buena si puede llevarte a encontrar cómo no terminar. Desde las explicaciones freudianas de que si tu padre y tu madre, hasta las de la reencarnación que justifican que en las vidas pasadas fueron pareja y ¡Por favor! Que en las siguientes puedan volver a encontrase. Todo con tal de no dejarlo ir.

Pero ¿y después? ¿Cuando agotas todas esas alternativas? ¿Cuando hiciste todas las recetas (desde untarte caca de mono en la cabeza hasta bailar a la luz de la luna) y aún así no funciona?

Entonces se rompe. Te sientas una noche frente a tu computadora y escribes todas las disertaciones filosóficas que se te ocurren, esperando que por lo menos de este dolor tan profundo salga el mejor artículo de la historia. Te sientas y escribes para no regresar a esa cama, dónde él duerme, dónde acabas de decir: creo que tendríamos que separarnos por un tiempo. Y dónde escuchaste: Ok.

Te sientas y sacas todas las lágrimas convertidas en palabras que se enlazan y suenan bien. Y escribes esperando que la mañana llegue pronto. Que la rutina del día no te permita pensar en que finalmente, el mundo no se equivocaba y que no había ni de donde agarrarte para construir la historia más grande jamás contada.

Te sientas y sale… Y después sólo regresa en marejadas fuertes y constantes.

¿El mejor artículo? Patrañas.
Sianna

La teoría de la carrera sin meta

febrero 05, 2009

Quien me puede decir, cómo se llama esa teoría que trata de algo así como… que nos enamoramos o buscamos a la persona que, justamente, no está interesada en nuestra persona, sino en alguien más y que mientras participamos en la carrera sin meta, buscando llamar la atención de “esa” persona, hay alguien que sufre exactamente el mismo rollo pero para con nosotros.

¿Si me expliqué?, espero que si.

Así como la famosa teoría de los 6 grados de separación, en algún lugar escuche de esta otra en la que tal parece que el karma nos hace una mala jugada y se dedica de manera reiterada a provocar que corramos una carrera que nunca termina.

Bueno, por lo menos en mi caso así ha sucedido.

Cuantos kilómetros (hablando metafóricamente) se deben correr para caer rendidos por el cansancio y no querer o poder levantarse más? ¿cuantos amores o quereres fallidos se necesitan para no confiar nunca?

No lo sé, lo único que sé, es que en mi caso fueron pocos, realmente pocos; pero esos pocos, se encargaron de hacerme ver como una verdadera estúpida… creo que eso es algo que a nadie le gusta, menos si con el paso del tiempo ese alguien se ha creado un ego del tamaño de la Muralla China y sirve, como la Muralla China, de barrera infranqueable para que los bárbaros no regresen y devasten el territorio.

Pero, ¿qué se hace cuado aún conciente de que se está en esa carrera en la que la meta es cada vez más y más lejana? ¿Se sigue corriendo?

¿Qué se hace cuando la razón no es lo suficientemente fuerte como para hacerle caso y es el sentimiento el que domina?

¿Puede más el corazón que el cerebro?
¿Quién gana en esta batalla tan desigual?
¿Quién pierde y de que tamaño es la pérdida?
¿Vale la pena hacer el intento?

No lo sé… creo que en esta batalla no hay ganadores ni perdedores, solo una gran sensación de frustración.

Regresando a la teoría loca, esa de la carrera sin fin.

Hay quien corre y corre por alguien que, puedo asegurar, no vale la pena, claro, la percepción de quien corre detrás de otro corredor, es sumamente subjetiva, por que generalmente piensa que es la mejor opción.

Yo he corrido detrás de un viejo fantasma, al que pensé, había guardado en el rincón más alejado de mi mente, pero que de pronto regresó, pensé que estaba en forma y podría resistir, pero la verdad es que no, estoy demasiado cansada.

Lo único que puedo hacer es detener el paso y dejar de correr, la carrera es larga y la meta… creo que nunca llegaré a ella, así que lo mejor es abandonar y seguir solo caminando.


SAV