Las chicas: Bienvenidos a Disney

noviembre 30, 2008

Con aquello de la crisis y la austeridad, me he tenido que obligar a buscar formas distintas de pasar un buen rato. De un tiempo a la fecha he descubierto el lugar más entretenido, intenso, misterioso, y lo mejor de todo, barato que existe: mi mente. Es en este lugar donde puedo hacer fantásticos viajes en el tiempo. Puedo ir al pasado y revivir el primer beso que con conciencia recibí. Puedo recordar la última tarde en que ví vivo a mi padre, y el amor tan profundo que se asomaba en sus ojos. Puedo ir a las noches decembrinas en las que poníamos el árbol de navidad, y al terminar (siguiendo una tradición que seguro empezó y murió con mi familia), apagábamos las luces y nos sentábamos los 4 (porque el quinto era tan pequeño que dormía) y abrazados contemplábamos nuestra obra maestra. Puedo ir a la primera vez que hice el amor y a la frase que brincó en mi cabeza en ese momento: “¿Por esto hace tanto escándalo mi mamá?”. Puedo ir a la primera vez que terminé con el corazón roto. Al día en que mi padre se paró en mi salón de primaria a anunciarme que mi hermano “el enano”, había hecho su aparición en el mundo. Puedo ir a aquel viaje al cervantino que me consiguió un hippie bastante guapo, un novio que se llamaba la bruja (profético eh?), y a la mejor amiga que he tenido en toda mi vida (claro que la gurú). Puedo recordar la primera vez que me fui de casa (porque claro que yo tenía la razón en todo y quince años que me permitían creerme tan absurda idea). La segunda vez que me fui de casa (porque algún despistado había puesto una tuerca en mi dedo y nos creíamos lo de felices para siempre), y el miedo tan terrible que suponía el ir a vivir con un extraño y sin mi mamá. También voy a los números impresos en un papel que decían que siempre sí iba a ser mamá (y el miedo que esos números producen le gana por mucho al peor examen de cálculo de tu vida). Al momento en que dejé de ser idealista. Al novio que me dijo que lo que yo quería no existía y los pleitos tan geniales que teníamos. Al sueño derrumbado del fin de una era (la era de escorpio y aries). Al primer baile con Mr. Bolas y la consiguiente locura que esto generó. Al abrazo de mamá cuando las cosas eran tan terribles que sólo quería ser niña y escucharla decir que todo estaba bien (y debo decir que mamá es perfecta para hacerlo, por lo menos la mía). Y más cercanamente, a las mañanas en que despierto con Torbellina y Torbellino encima haciendo arrumacos porque ellos todavía creen que soy la mejor persona del mundo. A cada encuentro con el aquelarre. A la admiración que una que otra vez encuentro en las caras de quienes me conocen. A las mariposas en el estómago que me produjo ver “Star Wars la siguiente trilogía” y el apretón de mano de la única persona en el mundo que podía entender las mariposas.
A las tardes de llanto, a las noches de baile, a las risas y a los sueños, a los grandes pleitos y las aún mejores reconciliaciones. Definitivamente mi mente es un disney privado, con acceso limitado, con “rides” que me hacen gritar del susto, llorar de risa, y suspirar con las endless historias de amor.

Y si esto sólo está compuesto de 33 años, sólo puedo imaginar el tamaño que tendrá cuando llegue a los 80.

Bienvenidos a este tour virtual. Los que trabajamos en “Disney-Sianna” estamos felices de tenerlos por aquí de tarde en tarde. Regresen pronto.

Sianna

Desde el caldero: El engaño

En los últimos años mi caldero y escoba me han aventurado en un camino de innumerables posibilidades hacia la búsqueda de respuestas. Mis preguntas son muchas y variadas, desde ¿Qué voy a hacer mañana?, hasta ¿Quién soy y de dónde vengo? Creo que todos los que conozco tienen esa comezón, algo falta o algo pasa. Antes de dormir o cuando nos estamos zacateando en la regadera nos detenemos un segundo como si algo se nos estuviera olvidando.
En mi recorrido he ido con terapeutas, brujos, gurús y amigas tan locas como yo, y todos tienen una receta para la pócima mágica que nos va a hacer ser ricos, ascender, trascender, borrar karmas, encontrar al ser amado o ser feliz. Y no estoy en contra de revolver 3 ramas de zapote, un ojo de lagartija y un rizo de cabello para conseguir al Brad Pitt de la colonia, o de pegar un billete de 200 arriba de la cama para conseguir dinero. Pero me llama un poco la atención la facilidad que tenemos en confiar más en los globos oculares de un reptil o un papel con Sor Juana impreso de un lado, que en nuestro propio poder. Entiendo que el santo de la estampita se vea más milagroso que yo que tengo un barro en la nariz porque ayer me atasqué de Chetos, pero en las mañanas antes de quitar la escoba del cargador me veo al espejo y decido que me veo guapísima y de alguna forma así me veo el resto del día. El secreto no es que me embellezco con el pensamiento (aunque siendo bruja lo puedo hacer, modestia aparte), sino que me acuerdo de que soy bella y única.
El engaño de que este poder está afuera en vez de en mí, lo empecé a sospechar cuando llegó el Brad Pitt de la colonia y resultó tener 12 años, así que tiré a la basura el zapote, los ojos y los pelos y mi alma se encontró con una mezcla entre George Clooney y el gladiador pero en mexicano, que ni haciendo la lista más completa hubiera terminado de describir. Ahí me dí cuenta que mi esencia sabe lo que merece, y en mi mente a veces ni puedo confiar porque luego tiende a pensar pura barbaridad.
Así que hoy estoy barriendo con mi escoba el engaño que traigo como chip, el que me dice que no soy suficiente y que no basto, que el doctor me cura y yo no participo, de que tengo que leer 80 libros o hacer 80 oraciones, 80 meditaciones y 80 abdominales para estar bien. Y me voy a sentar a recordar que soy divina, porque estoy hecha a Su imagen y semejanza, que en mí está El Camino, yo soy El Secreto, soy Angel, y soy Energía. Yo tengo las preguntas y también las respuestas y los recursos. Así que de ahora en adelante al único Universo al que le voy a pedir deseos es a mi propio conjunto de células, órganos, protones y electrones.
Y mi comadre si quiere puede seguir pegando a Sor Juana en su pared como dice su película, si le funciona está perfecto, aunque aquí entre nosotros debería despegarla y comprarse una nueva película que sea original, porque dudo mucho que un disco pirata la conecte realmente con la riqueza del universo.
Esta es mi receta personal, seguramente cada quien tiene su poción y su camino, y en una de esas igual y nos cruzamos… a la vuelta del caldero. Ñaca Ñaca.
Merlina.

Objeto Sexual….Yo?

noviembre 27, 2008

Cuantas veces nos hemos indignado al ver a una muy bien moldeada congénere en la pantalla, plana, plasma, curva o como sea, del televisor.
No solo por verla, sino por que sus bien torneadas piernas, excelente cabuz y muy bien acomodado busto son lo único que muestran, en actitudes, poses y con frases más allá de la estupidez absoluta y no por que ellas solitas quieran reafirmar su escasez de materia gris, no, sino por que productores, directores y guionistas (así sea del comercial más cucho) les dicen que así deben salir y comportarse.
Cuantas veces hemos dicho: “solo nos ven como objetos sexuales” e indignadas arremetemos con quien rechace esta afirmación y tras desenvainar la espada ponemos en boca propia una sarta de tarugadas aprendidas gracias a la maravillosa “liberación femenina”.
Debo confesar que a mí en lo particular me sucedió en innumerables ocasiones, pero para mi suerte (aja) he modificado, no, no es la palabra correcta, he entendido las cosas o por lo menos las veo desde otra perspectiva.
No hemos caído en la cuenta de que tanto hombres como mujeres somos entes sexuales y hasta donde mi experiencia (no mucha eh?) me permite, solo he podido notar que somos las féminas las únicas que nos indignamos cuando el primer deseo del género opuesto es el de llevarnos a la cama.
Pero por que?
Tengo una teoría, tal vez medio descabellada, pero creo que funciona.
Hemos pasado tanto tiempo sin que se otorgue el verdadero valor que tenemos, que no es ni más ni menos que el de los hombres, es igual; que necesitamos refirmar lo que muchas mujeres hace ya varios años han conseguido: cierto nivel de reconocimiento.
Pero ese reconocimiento no debe ser para con los demás sino para con nosotras mismas.
Creo inconcebible que no podamos pensar en un EL como solo alguien que satisfaga nuestros deseos carnales, por que también los tenemos y eso no nos convierte en “damas de la noche, chicas fáciles, puchachas” ni mucho menos.
Creo absurdo y hasta ilógico que dos géneros de una misma especie vean de manera tan diferente las relaciones o la manera de interactuar.
Esto no es más que la carga social, histórica y blablablablabla bla bla a la que nos enfrentamos y enfrentaremos a no ser que nos caiga el veinte y modifiquemos en primer lugar nuestra actitud y en segundo la manera de criar a nuestros hijos.
Esperen, esperen, no con esto quiero decir que hay que pugnar por el: “todos contra todos”, no, pero si por quitarnos el lastre de la culpa y el señalar cuando vivimos de una manera “diferente” al resto.
Hace algunos meses, en una plática con amigos, cayó como bomba un comentario y fue algo así como echarle carne a los lobos, jajajaja (que dramática), dije en voz alta que los hombres eran también objetos (entes) sexuales y que de manera particular así los veía.
Obvio, las esposas presentes casi me matan y a sus mariditos también, los solteros pensaron que andaba medio urgida y que les hacia una invitación a ver quien me hacía “el favorcito” y las solteras que escucharon se fueron para atrás pensando no invitarme más para no manchar su inmaculada reputación.
Del grupo de 15 personas que platicábamos en ese momento, solo encontré la aprobación de dos, que está por demás decir son dos de mis mejores amigos y tienen un lifestile, muy similar al mío.
Creo que ya me desvié un poquito pero aquí voy de regreso: considero que el único problema por el que las mujeres nos indignamos cuando nos creemos objetos sexuales es por que nuestro ego está por los suelos, por que no somos capaces de aceptar que también podemos desear un buen trasero masculino, una espalda ancha y tórax marcado y solo eso, sin querer llevarnos el paquete completo, que dicho de paso puede estar igual de vacío que una caja de zapatos vieja.
No hemos caído en la cuenta que de vez en cuando, o tal vez la mayoría de las veces solo deseamos satisfacción física, por que a final de cuentas para llenar el intelecto tenemos a un selecto y bien equilibrado grupo de amigos, tenemos preferencias artísticas, lugares que satisfacen nuestra necesidad de belleza y calidez y todo lo demás que nos hace plenas y seguras mujeres sigloveintiuneras.
Pero cuando se trata de la satisfacción carnal, estamos acostumbradas o bien aleccionadas, diría mi abuela, a buscarla con quien debe ser nuestra pareja oficial en turno, el príncipe de nuestros idílicos sueños infantiles, el caballero que es ante todo eso, un caballero y que no solo nos busca para “satisfacer sus bajos instintos”, por que para él no somos solo “OBJETOS SEXUALES”.
La realidad mis estimadas es otra, todos somos objetos sexuales, a todos nos entra la querencia por los ojitos.
Si vamos a una dulcería primero miramos las golosinas más atractivas, sin conocerlas las probamos, si nos gusta repetimos, cuando empalagan las dejamos, pero nunca probamos sin que nos haya, por lo menos, llamado la atención.
Y como a mí me gusta la variedad, seguiré comprando surtido rico, para que conformarme solo con un sabor, habiendo tantos otros en el mundo.

SAV

Las chicas: El Aquelarre

noviembre 24, 2008

El poder del aquelarre femenino es bien conocido desde tiempos ancestrales. Las mujeres nos hemos reunido para todo tipo de cosas. Para pasar consejos de curación. A resolver situaciones familiares. A danzar a la luz de la luna (y hoy en día a la luz de los antros). Para hacer brujería, vengarnos de alguien que nos dañó, o ayudar a parir a alguna desventurada (claro que hace miles de años porque hoy en día lo más que hacemos es hacer la llamada de cortesía al hospital en donde la susodicha parió). Nos reunimos en las despedidas de soltera, en los baby showers, en los cafés, en los baños de cualquier restaurante, etc, etc. El punto es que nos reunimos con el aquelarre cada vez que necesitamos fuerza, valor, consuelo, zapes, chismes, o simplemente por la risa que genera la compañía.

Mi aquelarre está compuesto de la gama más amplia de seres que existen. Está mi gurú emocional con la que me reúno por teléfono, por chat, por mail, por favor y porque sí. Esta particular bruja vive a cientos de kilómetros de mi hermosa ciudad, pero está más cerca de mí que nadie a quien pueda llamar vecina. Están mi tía que no es tía y mi madre (que hasta donde sé sí es mi madre). Empezamos por los cafés y terminamos en las cubas. Nos sentamos en la barra de la cocina y analizamos el mundo entero. Hablamos de nosotras y los particulares de nuestras vidas, hablamos de sexo, de besos, de rapidines, de posiciones, de diferencias entre mentalidades femeninas y masculinas. Y reímos hasta llorar, y lloramos hasta reír.

Esta mi bruja “1940”, ella es la bruja leal. La que siempre aparece cuando más la necesitas. La que se quita todo porque tú podrías necesitarlo. La que llama a medias mañana sólo para saber si mi crisis semanal se ha acabado. La que me hace reír y luego me hace pensar.

Está la bruja “ñaca ñaca su caldero” que me enseña de la vida, la energía, el sexo y el tantra, que me cuenta su vida y le echa un ojo a la mía. Y que toma el curso de “How to be a witch for dummys” y se gradúa trayendo en sus manos el diploma y la varita.

Y hay más. Con la que me topo en el baño del café y tiene los pantalones a media nalga y me dice que le da miedo estar sola en ese baño (así que aún siendo desconocidas la acompaño en la abrochada del pantalón). La que me atiende en el OXXO cada mañana y prepara el brebaje que me sostiene todo el día. Las que viven lejos y las que no tanto. Las que caminan y las que vuelan. Las beatas y las putas. Las que experimentan esta condición femenina. Con las que nos comparamos y a veces perdemos. Con las que competimos por quién tiene al más trabajador, o al más guapo, a al más malo, o al que mejor da piruetas en la cama. A las que criticamos. A las que son madres y a las que son hermanas. Y en cada encuentro sabemos que sí compartimos un secreto, que sí somos cortadas por la misma tijera, que sí vemos “Sex and the city” y nos reímos porque Oh Dios!!! ¿Así o más ventaneadas en la serie? Que reímos cuando queremos llorar y que unos días al mes podemos inventar la historia más descabellada (como que en realidad sólo me quieres por mi cuerpo y shala lá) sólo para justificar el estado de ánimo en el que nos encontramos. Que tenemos miedos: al compromiso, a no estar comprometidas, a los hijos porque no podemos tenerlos o porque los tenemos y que tal que no vamos a poder, a que al deshojar una margarita el último pétalos sea el de no me quiere. A que el hombre que amamos con tanta fuerza no nos ame igual. A que el trabajo sea lo que queremos pero no nos de lo suficiente para vivir, o a que estemos vendiendo nuestros sueños haciendo algo que no nos hace vibrar. A no estar a la altura para lo que sea que tenemos que ser altas. Y más que nada, a equivocarnos tan garrafalmente que no haya vuelta atrás.

Compartimos un género, compartimos un secreto, compartimos un lugar en el espacio y aún así no somos capaces de bajar la guardia y sonreírle con calidez a la mujer que tenemos enfrente, porque, seamos honestas, a veces ni a la del espejo podemos aceptar. Así que ¿que tal si por un momento, si quieren en un descuido, nos encontramos en la calle y sin que nadie más lo vea, reconocemos a la mujer que es y que soy y nos damos paz?

Sianna

Las Chicas: Caminando y pepenando

noviembre 18, 2008

En el andar cotidiano de la vida vamos pepenando. Pepenamos ideas, religiones, modos de vida, enfermedades (o eso dicen), filosofías y gente. Y cada cosa que obtenemos nos genera una revolución interna para dar lugar a que se acomode este elemento que estamos recibiendo y una vez pasado el primer shock (que puede durar horas, años o vidas), continuamos nuestro camino. Hay ideas que generan malestar, otras generan una sensación de paz. Hay modos de vida que se asemejan al nuestro y nos encanta y hay otros que son tan distintos que generan enojo, ansiedad y a veces miedo. Hay enfermedades (o eso me han contado) que por el simple hecho de respirar el mismo aire que el portador del bicho, se pegan a ti y hasta fiebre te da. Pero de todo este pepenar la gente es lo que disfruto más. En el caso particular de las personas, nada sucede por casualidad. Es como si estuviéramos vibrando en cierta frecuencia y sólo topáramos con quién vibra igual que tú. Es un eco que encuentra una cueva en la cual retumbar. Mi nueva adquisición al aquelarre es francamente genial. Esta hechicera en cuestión poco a poco ha ido volviéndose la médico brujo de la tribu de los que tengo de este lado. Ahora, cuando la encontré, pensé que sería muy bueno que nos “arreglara”. Necesitaba a un conejillo de indias así que llevé a Torbellino e hizo maravillas con ella. Pero claro, como soy ajonjolí de todos los moles, empezamos cotorreando y terminamos cafeteando. Descubrir la maravilla de la que está hecha ha sido un viaje. No sólo es una mujer brillante en su profesión, sino que además tenemos mil ideas en común. Tocamos historias dolorosas, compartimos soluciones mundiales, y leemos los mismos libros. Pero lo que más me ha llamado la atención de todo este encuentro es la cantidad de respuestas que obtengo a las miles y miles de preguntas que se agolpan en mi cabeza en estos días. Hoy fui a verla y encontré que todo este asunto de ser yo, tiene una explicación (que no diría lógica porque es probable que a muchos no se los parezca, pero sí acertada). Creo que por primera vez en muchos años mis rarezas, mi peculiar forma de ver la vida, el amor, el sexo y a los hombres, no me hicieron sentir bicho raro. De hecho, hasta puedo decir que me encantó ser quien soy. Siempre he dicho que es a través de los ojos de los otros que nos podemos descubrir, pero también he dicho que cuando los ojos del que ve están salpicados de amor, la vista no es del todo objetiva. Pero en mi bruja nueva, todavía no veo las salpicadas, todavía es una relación que inicia, y aún así me ve. Me ve como muy poca gente lo hace. Me ve como si estuviéramos en la película de matrix y lo que percibe de mí es un código energético profundo. Me ve y en su mirar no encuentro sorpresa, ni controversia (que es lo que suelo generar cuando la gente me conoce), tampoco aversión, ni siquiera la diversión morbosa que hay en otros cuando están cerca. Y además me ofrece respuestas.
Es un hecho, somos pepenadores, a veces sacamos basura, otras, algunas latas que poder reciclar, y en muy raras ocasiones, encontramos un caldero, y si tenemos mucha suerte, la dueña puede estar a la vuelta de unas gotas de homeopatía.

Sianna

Las chicas: Las buenas al cielo y las malas… a todos lados

noviembre 10, 2008

Ayer tomaba café con mi amiga 1940 (se llama así porque tranquilamente pudo haber nacido en ese año) Ella está llena de normas y reglas que durante mucho tiempo siguió sin cuestionar la validez de las mismas. Se casó con el primer novio importante que tuvo. Después vinieron los hijos (hijas de hecho), estudió psicología y es maestra en alguna escuela que por ahí se conoce. Ella y yo tenemos una relación bastante profunda y cercana. Es una parte importante de mi famoso aquelarre, y es fuente constante de historias chuscas que compartimos los fines de semana en el café (ok, ok también entre semana tomamos café en el fumadero). Es leal y honesta y siempre está lista para ayudarte con lo que sea necesario. Vivimos una amistad, que a diferencia de las otras amigas, está basada en lo opuesto que somos la una de la otra y funciona en el espejo y en el complemento. Si vamos en el coche, ella quiere el cinturón de seguridad a como de lugar y además espera que yo también lo use. Cuando me rehúso, pone cara de asombro, ojos de plato y con su dulcísima voz me dice: ¿Por qué siempre tienes que romper las reglas? Me sorprende como el no ponerme el cinturón (cuando además voy en el asiento del pasajero) le puede parecer a ella un acto de rebeldía, cuando para mí es sólo un asunto de comodidad (o incomodidad que es lo que el cinturón me produce). El punto es que somos la noche y el día en la manera en que vemos al mundo. Para mí 1940 es extraña. No sólo sigue las formas a costa de sí misma, sino también cree que tiene a la ley comprada y metida bajo su bolsa. Hace unos días regresábamos en su coche de ir a resolver al mundo (ta bien a la escuela ante la sep), y de pronto un tipo que creo que iba bastante drogado se avalanzó al coche y lo golpeamos. 1940 se frenó asustadísima. Yo sabía que tenía que bajar para auxiliar al loco que nos había golpeado, pero cuando pensé que podía encontrármelo con las tripas de fuera, decidí que después de todo yo no era tan valiente y volví a cerrar la puerta. Al mismo tiempo mi amiga empezó a decirme que bajara yo porque ella no podía hacerlo y como yo pensaba que era un asunto de hombría (y la neta las dos éramos bien nenas en ese momento) yo movía la cabeza para explicarle que yo tampoco. Claro que después me aclaró que ella en serio no podía bajarse porque el golpe que le había dado al tipo había sumido su puerta y ésta no se abría. Estábamos en plena discusión cuando el atropellado se paró al lado de mi ventana. Yo le pregunté como estaba y si le dolía algo (un poco estúpida la pregunta considerando que acabábamos de pegarle con el súper coche de 1940). Él solo decía que tenía “apurancia” y que se iba. Y realmente se fue. 1940 y yo lo veíamos irse, y creo que una parte de nosotras esperaba ver en que metro se caía muerto. Y de pronto, sucedió lo que menos esperaba. Mi amiga empezó a regañarme y a gritarle al tipo que se regresara, que teníamos que esperar a tránsito para que obligara al hombresucho a pagarle el golpe. Mi incredulidad era evidente para ella. Cuando salí del shock que su declaración generaba, le dije que estaba loca, que si transito venía nos íbamos a la cárcel, a lo que ella, por supuesto, no me creyó. Así que sacó el celular y le marcó al santo marido que tiene. Tomó varios minutos que el San entendiera la situación (probablemente porque mi amiga tenía la particularidad de decirle que un tipo le había pegado a su coche y el marido creía que hablaba de un choque) y fue hasta que ella empezó a gritar que claro que no con otro coche sino con su cuerpo, que el San lo entendió, y entonces sí que lo escuché. Él le ordenó que se metiera al estacionamiento de wall mart (porque todo sucedió enfrente de esa tienda) y que de ahí no se moviera. Así que entramos y nos quedamos esperando a que llegaran a rescatarnos. Y durante todo ese tiempo, 1940 no salí de su asombro. Ya estaba, la ley le había fallado y no la había protegido de la terrible injusticia que se había cometido contra su bello coche (además de que después empezó a sufrir por que su mamá la iba a regañar). Sus lentes color de rosa habían sido estrellados contra los toques de realidad, y eso rompe el corazón de quien sea.
Al final, el coche se arregló por módicos $250, el fulano no se murió en nuestra presencia, y no tuvimos que ser la bitch de alguna matrona en la cárcel. 1940 concluyó que seguir las reglas no siempre le traía beneficios, que la rebelde de yours truly, las rompía cada dos por tres y nadie, y digo otra vez, NADIE, le saltaba frente al coche, y que ella tenía que aprender a ser una niña desobediente, porque al final, las niñas buenas lloran toda la novela y sólo en el último capítulo son felices, y las niñas malas se divierten los 200 capítulos anteriores y sólo al final les va mal. Así que por pura matemática, las chicas buenas van al cielo (y se aburren) y las chicas malas vamos a todos lados.

Sianna

¿Miedo al Compromiso?..Nnnnaaaaaaaaa

noviembre 03, 2008

Hace unos días recibí, vía correo electrónico, una de esas cadenas que de repente saturan los buzones, sin embargo y para mi sorpresa contenía una serie de líneas sumamente rescatables.
Fue principalmente su contenido lo que me impulsó a escribir, debo decir que no soy partidaria de este tipo de géneros, sobre todo cuando soy yo la que los ejecuta.

La cadena lleva por titulo: “LA SOLTERIA, y DEMÁS ESTADOS CIVILES ASÍ COMO LOS ESTADOS EMOCIONALES”, un titulo un poco largo y por demás ambiguo, pero que no refleja lo que sigue.

Para no extender demasiado estas líneas, en pocas palabras, el texto diserta con respecto a la falta de decisión de las nuevas generaciones con respecto al compromiso, el exceso de vanidad, orgullo y sobre todo miedo por entablar una relación de pareja en la que se tenga que desdibujar, aunque sea un poco, la propia esencia de uno mismo.

…“Quizás el problema radica en que nadie desea comprometerse a entablar la lucha por lograrlo. Demasiado egoísmo diría yo. Cada día son más las mujeres y hombres, profesionistas, independientes, inteligentes y de éxito, que ven pasar los años sin encontrar pareja. Personas, de todas las clases sociales se encuentran frente al mismo problema”…OK

A riesgo de sonar demasiado reaccionaria o pesimista o… no sé, yo solo pregunto ¿y cuál es el problema?

No tener todos los días con quien despertar, no tener a cada momento en quien pensar idílicamente, no tener con quien compartir la responsabilidad de criar hijos (en caso de tenerlos), no tener a quien echarle la culpa de que el baño está sucio, muchos no, diría yo.

Yo creo que el verdadero problema estriba en que no hemos planeado a conciencia nada con respecto a nuestra situación sentimental.

A diferencia del resto de las situaciones de vida (a excepción de mi caso, nunca planeo nada, ja) todo está perfecta o casi perfectamente planeado: estudiar, trabajar, comprar casa, comprar auto, viajar, seguir estudiando, salir de fiesta, etc.

Pero en realidad yo conozco a muy poca gente que en verdad haya dicho: “lo que yo quiero es casarme, tener 3 hijos, que mi marido sea una mezcla de Brad Pit con Bill Gates (versión región cuatro, por supuesto)” y cosas por el estilo.

Creo que la falta de definición de lo que queremos y buscamos en el plano amoroso, es lo que a mucha gente hace extremadamente infeliz, incluso teniendo pareja.

Si a la hora de buscar empleo nos ponemos nuestros moños: “por que estamos sumamente capacitados y no aguantamos que ningún güey con menos preparación que nosotros nos mande”, ¿por qué no hacemos lo mismo al buscar pareja?

Y más allá, por qué si lo que hemos hecho toda la vida es huir del compromiso, ahora nos quejamos: “por que nadie nos quiere como quisiéramos ser queridos”.

Esto aplica a la mayoría de los casos.

Aunque ya parezca Yo-Yo, creo que en vez de considerar que el miedo al compromiso está ganando la batalla, hay que considerar que tal vez estamos despertando y comenzamos a tomar las riendas de nuestras decisiones sentimentales.

Creo firmemente que no soy extraterrestre, ni tampoco la única persona que no está dispuesta a dejar de ser yo para aguantar a alguien más.
Entiendo perfectamente que no puedo exigir si no estoy dispuesta a dar, es decir, si no es mi plan modificar acciones o actitudes, manías, fobias y filias para agradar a alguien más, no debo entonces pedir que el otro haga exactamente lo que no haré.
Estoy completamente segura de que soy feliz, no tengo a nadie y tengo a todos, pero lo más importante es que YO LO DECIDÍ y no me siento infeliz por ello.

Creo que somos capaces de lidiar con relaciones “cómodas” fuera del egoísmo de la propiedad y con la aceptación de las partes y todo lo que eso implica, sin querer forzar situaciones.

Yo no creo que tengamos miedo al compromiso, creo más bien que ahora nos queremos más, ya no estamos en la época de que el amor de nuestra vida es otra persona y nuestras acciones y pensamientos son dictados únicamente por esa persona.

El amor de nuestra vida somos nosotros mismos y primero debemos amarnos con furia y pasión desmedida, para poder desprendernos de un poco y repartir el resto entre quienes nos rodean y a quines estemos dispuestos a entregárselo.

Los solteros modernos no somos parte de un “limbo” en donde flotamos esperando algún día encontrar ya no digamos pareja, sino por lo menos nuevos amigos, no somos entes que decidimos ser eso: entes libres, que son aceptados y queridos por otros solteros, por casados, por viudos o divorciados (y me refiero a ambos géneros, esa aclaración de os y as, me resulta en extremo chocante) y en el último de los casos si no es así, no importa, nosotros así lo decidimos.

SAV

Las chicas: La teoría de la banquita

Hace tiempo, existían dos matrimonios muy amigos. Ellas casi hermanas, ellos compañeros de aventuras y parrandas. Como en toda relación, ellos defendían a capa y espada su TIEMPO y su ESPACIO, pero consideremos que les estoy hablando de los 70´s. Total que estos carajos se salían con la suya en muchas de las ocasiones en que se largaban de parranda. Sus esposas tenían reacciones diversas. Algunas veces una de ellas le haría chilaquiles de desayunar por aquello de que su demandante trabajo le dejaba poco espacio para relajarse, la otra armaba sus panchos y a veces se le escondía en casa de alguna amiga para que cuando él llegara de la parranda se infartara por no encontrarla. Esta amistad dio pie a innumerables historias, relaciones, y teorías. Una de ellas es la teoría de la banquita. En una de sus escapadas, el susodicho número dos llegó a su casa a horas nada prudentes y con olores nada deseables, así que no pudiendo inventar excusas de trabajo y al verse acorralado por la furia de su mujer (que seguramente amenazaba con cortarle salva sea la parte), recurrió a la siguiente historia: Ok, ok. La esposa tenía razón. Él venía de un lugar lleno de chicas malas que son muy buenas, peeeero…. La realidad era que él no quería ir. El compañero de parrandas (o esposo número uno) era quien había insistido, y como él era tan buen amigo lo había acompañado, peeero… él no había entrado, se había quedado en una banquita afuera esperando a su amigo. Y con esta historia, libró el pellejo, por lo menos hasta la próxima vez. Cuando escuché esta historia de boca de una de las esposas, me reí muchísimo pensando que el ser humano es capaz de creer una mentira por el profundo deseo de que sea una verdad.
Ahora pasemos a la teoría de la banquita número dos (o el regreso de la banquita con una venganza). Este fin de semana Mr. Bolas y yo estábamos disfrutando de un sábado en casa y haciendo planes para salir a bailar. El teléfono de Bolas empezó a sonar y la llamada era de su chamba. Resulta que entre los clientes de Mr. Bolas existe un muy bien conocido pelódromo y era este cliente en particular el que tenía problemas. Se le había dejado un producto que no había sido liquidado y Bolas tenía que ir a cobrar o a recuperar el producto. Así que muy molesto por la situación se fue hacia tan decoroso lugar. Para las 10:30 pm me llamaba enojadísimo diciendo que todavía no lo resolvía y que estaba del carajo el frío. Yo veía una serie que me encanta así que no me inmutaba en lo más mínimo. Para las 11:30 llegó la segunda llamada. La cosa parecía imposible de resolver ya que el dueño del pelódromo no estaba y el administrador tampoco, así que él seguía parado afuera (seguramente sentado en la banquita grabando con un cuchillo “yo estuve aquí” al lado de otras tantos escritos similares que hay en esas banquitas) muriéndose de frío. Yo me dormí. A las 3:15 am llegó Mr. Bolas y me contó la historia de la banquita parte dos. Él había estado afuera (sentado en la misma banquita en la que aquél marido se sentó hace años) del famosísimo MANHATAN (pensé que ya a estas alturas podía decir el nombre con todas sus letras) esperando a que llegara alguien que pudiera pagarle. Por supuesto nadie llegaba así que llamó a sus piojosos para que recogieran el producto y se lo llevaran. El dueño llegó cuando habían terminado de cargar y el camión ya se había ido. Mr. Bolas sostuvo una acalorada discusión con el dueño y este le pagó la lana que debía, así que había que traer el camión de regreso. El dueño apenadísimo por la situación le invitó una botella a Bolas (y seguramente algún lap dance) pero él dijo que no podía regresar a liquidar el crédito en su chamba con aliento alcohólico, así que declinó la oferta. Cuando los piojosos se enteraron hicieron su pancho porque ellos habían cargado las cajas de producto y no eran recompensados, así que Mr. Bolas con su buen corazón les dijo que después de que dejaran el dinero podían regresar. Al final, los piojosos se entretuvieron demás en la bodega y Bolas los dejó ahí y regresó a casa conmigo. Cuando terminó de contarme toda la historia yo me reía muchísimo, me parecía que por absurdo que sonara tenía credibilidad, así que por supuesto le creí (a su favor tengo que decir que no olía ni a alcohol ni a mala mujer). Pero al pensar en que yo contaría la historia (porque ¡Vamos! eso es lo que hago), tuve que recurrir a la teoría de la banquita para introducir mi bizarra historia de fin de semana, y ok ok, para sentirme acompañada por el fantasma de la esposa que hace tiempo fue la primera en dar por cierta la teoría y que seguramente, gracias a eso, esa noche se sintió feliz. Ahora me pregunto ¿Que hay de malo en mentirte un poco si lo que obtienes a cambio es una de esas noches que valen la pena recordar?

Sianna